DESPERTAR
El badajo le arranca un gutural sonido al insensible y mellado acero de la campana. La tierra tiembla con violencia, como sacudida por la maza de un millar de furibundos gigantes. La vibración retumba en mi interior, una caja de resonancia pútrida y mortecina; cuerpo que antaño aspiró a llevar una vida heroica, gloriosa y plena. Abro los ojos. El sabor a ceniza me inunda la boca, y mi lengua se despega dolorosamente del paladar, tan seco y agrietado como mi ánimo. Ha llegado la hora. La llama se extingue, y los Señores se han alzado, de nuevo. Lothric reclama un héroe digno del calor y la luz, y semejante responsabilidad pesa sobre mis hombros tanto como la lápida pétrea que oculta mi cadáver, insuflado de nuevo por algo que quizá se podría llamar vida. Mi alma —quién sabe si llegó a abandonarme— siente la llamada una vez más. La oscuridad la reclama. El abismo susurra mi nombre, a través del viento, filtrándose entre las grietas de mi tumba.