Si algo caracteriza a ‘The Legend of Zelda’ es el timing reposado que separa sus entregas principales. La secuela de ‘Ocarina of Time’ transgredió muchos de los estamentos de la saga, y el primero fue éste: tras el abrumador éxito de ventas que supuso la aventura del Héroe del Tiempo, en Nintendo reclamaron un nuevo título protagonizado por el hyliano, cuyo plazo de desarrollo no superase el año. Tras su desempeño en la concepción de las mazmorras de ‘Ocarina of Time’, Eiji Aonuma consiguió el permiso de Miyamoto para embarcarse en un proyecto personal. La necesidad de tener este nuevo Zelda en tan poco tiempo impuso que tuviese que frenar en seco y reconducir todos sus esfuerzos, ya que Shigeru le pidió que se encargase del desarrollo del nuevo título. Junto a la ayuda de Koizumi, otro de los miembros estrella del equipo, Aonuma se hizo la pregunta que le aterrorizaba no poder responder: ¿cómo iba a conseguir tener un nuevo ‘Zelda’ en un año? Es más: ¿cómo iba a lograr que fuese un título que pudiese, al menos, mirarse cara a cara con ‘Ocarina of Time’?
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